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lunes, 12 de enero de 2009

..que Yves Klein y sus amiguitos se lo pasan pipa.


Puede que me desvie un poco del tema, pero hace tiempo que viene quitándome el sueño. Hará cosa de un año, en el Macba, asistí a una exposición (no recuerdo el título), en la cual se exibían obras de Pollock, Kandisnky y Yves Klein entre muchos otros. Pollock me dejó perplejo, Kandinsky me condujo a un estado de movimiento anímico que no me esperaba por aquel entonces, pero una vez llegué a la obra denominada Universo Naranja de Klein, me sentí un poco indignado (en la imagen se observa Monochrome Bleu, tambien de Klein). El típico tópico: ese lienzo pintado con un único color naranja lo podría hacer mi sobrino de 4 años. Fue entonces cuando lanzé una hipótesis al viento: todos los artistas (muertos), se estan riendo a costa nuestra des de algún lugar muy lejano, que pagamos religiosamente las entradas a sus exposiciones póstumas, dado que nosotros, que nos creemos gente cool y en la onda, nos tragamos lienzos naranjas, ilustraciones de latas de sopa y lienzos manchados por el efecto de la gravedad con manchas de pintura lanzadas con muy mala baba. Se ríen cuando miramos una obra suya, ladeamos la cabeza, y asentimos a la vez que lanzamos una sonrisa pedante, como queriendo decir "Ah vale! Ya lo he entendido". Y sin embargo, no es más que un cuadro pintado de naranja.

Pero ya lo decía mi madre, que el tiempo pone a cada uno en su sitio, y a sus errores con él. El arte no es algo que se explique a bote pronto, como hice en su día. Hace unos días, en una exposición de la obra de Rodchenko, se exibían tres cuadros de análisis del color: los tres colores puros (azul, rojo y amarillo). Este análisis le sirvió para continuar con su búsqueda artística, que le llevó a ilustraciones clave para nuestra historia y profesión. Fue allí cuando entendí que no entiendo nada, y que la expresión de un estado de ánimo, de un sentimiento a través de un único color (por ejemplo), es más eficaz que cualquier intento de plasmar dicho sentimiento o estado de ánimo en un papel con palabras. Des de entonces me siento como el personaje de Jon Voight en Cowboy de Medianoche caminando por Times Square, abrumado por todo aquello que le es ajeno e incomprensible pero a su vez, bello y cautivador. Simplemente, debemos disfrutar, ladeemos o no la cabeza a la hora de hacerlo.

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